lunes, 12 de febrero de 2024

SOLUCIÓN DE PROBLEMAS

  

Si tus problemas tienen solución,
no te preocupes.
Y si no los tienen,
¿para qué te vas a preocupar?

Anónimo




Hay personas tremendamente indecisas a la hora de tomar decisiones.

No se sienten seguras de su propio criterio y temen siempre tomar la decisión equivocada. Esto les produce problemas de ansiedad, bloqueos psicológicos, pérdida de oportunidades por no atreverse a tomar decisiones y la necesidad constante de que otras personas decidan por ellos.

Existen programas psicológicos encaminados a enseñar a las personas técnicas de solución de problemas, de fácil implementación, y que les ayudan a tomar las riendas de su vida.






BLOQUEOS PSICOLÓGICOS EN LA TOMA DE DECISIONES

1. Pérdida de contacto con los propios sentimientos 

Incapacidad para sentir y expresar sentimientos y emociones (amor, alegría, tristeza, rabia, miedo)….

Si desconocemos nuestros sentimientos saboteamos el proceso de decisiones, que aunque es racional, está modulado por las emociones

2. Evitación de los problemas y de la ansiedad con la finalidad de no experimentar sufrimiento.

Cualquier intento de elección conlleva una carga de ansiedad, pero comenzar a tomar decisiones permite a la persona tomar el control de su vida reforzando su autoconfianza

3. Carencia de una escala de valores

No conocer nuestros valores es como si no los tuviéramos. Sin embargo, cuando tomamos una decisión ordenamos los asuntos de acuerdo a nuestras prioridades, lo que favorece el conocimiento de la propia personalidad 

4 . Escasa autoestima o falta de autoconfianza

La dificultad para escoger opciones (especialmente cuando se salta de una alternativa a otra) se debe a la convicción inconsciente de que ninguna opción que se elige es suficientemente buena

5. Desesperanza, depresión y ansiedad

Cualquiera que sea su causa, identificarlas es prioritario, ya que afectan a la capacidad de seleccionar alternativas

6. Idealización o imagen irreal del propio yo 

Muchas personas con baja autoestima dibujan una imagen idealizada de sí mismas, lo que constituye una forma de compensación para disimular su desconfianza personal

Esta actitud disminuye la autoconfianza y obstaculiza el proceso de toma de decisiones al ignorar las cualidades reales, lo que conduce a elecciones erróneas por un juicio distorsionado

7. Anulación del propio yo, dependencia de los demás y necesidad obsesiva de agradar 

Cuando evitamos tomar decisiones anulamos nuestro propio yo, lo que se traduce en la evitación de conflictos para no llamar la atención. Las decisiones que se toman tienden a evitar el éxito e incluso favorecen el fracaso, ya que esto atrae menos atención provoca menos ansiedad

La dependencia de los demás destruye el proceso de elección puesto que se eligen las opciones de los demás o se trata de que los demás lo hagan por nosotros. Tener una necesidad obsesiva de agradar afecta al proceso de elección: nunca seremos capaces de satisfacer todos los gustos 

8. Búsqueda obsesiva del reconocimiento y del primer lugar 

Las personas con este bloqueo prefieren ser admiradas antes que estimadas. Por debajo de esa búsqueda de reconocimiento tienen escaso amor propio, les asusta el fracaso y la humillación y evitan tomar decisiones que puedan poner en peligro su orgullo

9. Perfeccionismo y afán de tenerlo todo

Creencia inconsciente de que hay situaciones y decisiones perfectas lo que conduce a demoras por el deseo de tomar decisiones perfectas para tener la seguridad de que el resultado también lo será. El temor al autodesprecio como consecuencia de obtener un resultado imperfecto ejerce un resultado inhibidor y produce inacción

10. Esperanza de cosas mejores

Se une al anhelo de lo que no se tiene, desprecio por lo que se tiene y vivir de ilusiones, como consecuencia se espera una solución mágica que supere las alternativas disponibles

11. Vivir en la imaginación

El hecho de vivir en la imaginación nace de profundas carencias y de la necesidad de obtener compensaciones

Es un bloqueo de la realidad que destruye el presente y elimina los goces de la existencia cotidiana, impidiendo el éxito en cualquier faceta de la vida

12. Temor al autodesprecio si se toma una decisión errónea

Surge de la necesidad obsesiva de tener siempre la razón, en la que subyace una falta de confianza. Ante el menor asomo de fracaso se autodesprecian. Les asustan las decisiones por miedo al error

13. Autorreproches provocados por las exigencias desmedidas

Nace de los contratos internos que las personas hacen consigo mismas. Tienen la forma de “debería”, “podría” y “querría”, utilizados como reproches o justificaciones a una conducta determinada

Obstaculiza las decisiones provocando un estado de parálisis y temor a romper los contratos

14. “Ceguera” ante las diversas opciones

Para que exista una toma de decisión deben estar disponibles por lo menos 2 opciones, pero la persona con este bloqueo no se da cuenta de las alternativas

Por lo general ocurre cuando la persona se halla sometida a fuertes presiones, por lo que se necesitará un aplazamiento provisional hasta que se reduzca la presión, sin que se convierta en una justificación para interminables dilaciones

15. Temor y distorsión de la presión del tiempo

La engañosa creencia de que no hay tiempo tiene consecuencias negativas ya que produce sensación de presión. Impide el uso de los recursos personales necesarios para elegir una alternativa

16. Criterios erróneos

La capacidad de evaluar las opciones de forma racional es muy importante para el éxito en la toma de decisiones

Un criterio erróneo con frecuencia se debe a un análisis deficiente y un pobre desarrollo de las ideas

17. Falta de integración interna

Las personas pueden pasar por períodos breves de trastornos emocionales durante los cuales no es propicio hacer elecciones ya que conllevan pensamientos intrusivos, conflictos de intereses y carencia de escala de valores que impiden la integración de todos los aspectos de una situación

EL PROCESO DE SOLUCIÓN DE PROBLEMAS


LA TÉCNICA DE SOLUCIÓN DE PROBLEMAS

La Técnica de Solución de Problemas consiste en una estrategia de cinco pasos para encontrar solución a cualquier tipo de problema con el que nos encontremos. Un problema se define como "un fracaso para encontrar una respuesta eficaz a una situación determinada".

Los cinco pasos para resolver un problema son:






1. ESPECIFICAR EL PROBLEMA

Lo primero es identificar las situaciones problemáticas. En muchos casos la situación no es problemática en sí, pero existen respuestas ineficaces a diferentes situaciones.

Para identificar el problema no vale una respuesta vaga, hay que analizarlo en profundidad, definiéndolo expresamente.

2. CONCRETAR LA RESPUESTA QUE COMO HÁBITO DAMOS AL PROBLEMA

Requiere describir con detalle el problema y la respuesta que habitualmente se da, indicando los pensamientos automáticos, el estado emocional ante la solución habitual y el resultado.

3. HACER UNA LISTA CON SOLUCIONES ALTERNATIVAS

Esta técnica se denomina tormenta de ideas (brainstorming). Se trata de anotar todas las posibles soluciones, sin valorar de antemano si es correcta. En principio todo vale, es una cuestión de generación de alternativas.


4. VALORAR LAS CONSECUENCIAS DE CADA ALTERNATIVA

Se puede hacer una lista con las ventajas o convenientes de cada solución planteada, teniendo en cuenta las repercusiones en el área social y personal y su eficacia a corto y largo plazo.

5. VALORAR LOS RESULTADOS

Consiste en poner en práctica la solución y comprobar si cumple el objetivo

TOMA DE DECISIONES: ¿HELADO DE FRESA O DE CHOCOLATE?

Tomar decisiones, es algo diario, desde las decisiones importantes a las más intrascendentes. Cierto que hay decisiones que requieren un análisis previo y muchas veces se tornan en un problema por la trascendencia del camino que se siga, esto es completamente normal, y entra en el mundo de lo racional.


Sin embargo, hay personas que son incapaces de tomar una decisión, se sienten tan inseguras de su propio criterio personal que prefieren que sea otra persona la que decida por ellos (y de paso ahorrarse la autoculpabilización si no es la correcta).


Es importante que la persona aprenda a arriesgar, a tomar decisiones sabiendo que no siempre serán las correctas, lo que resulta imposible, pero que le permiten tomar las riendas de la vida y aprender a conocerse un poco mejor.

Estos son algunos pasos que se pueden seguir para comenzar a tomar decisiones, que pueden empezar siendo tan sencillas como la ropa que elijo, si voy al cine o al teatro o qué pedir en un restaurante, así de simple. 

DEFINE EL OBJETIVO QUE QUIERES CONSEGUIR

Antes de tomar cualquier decisión, debes primero definir el resultado que quieres obtener, con lo que sea que decidas. El objetivo marcará la alternativa de solución, que será aquella que cumpla más expectativas del objetivo.

BUSCA LAS ALTERNATIVAS

Mínimamente tendrás dos opciones por las cuales te puedes decidir. Básicamente serán la de aceptar y la de rechazar algo. Siempre se tiene el miedo de rechazar la alternativa que hubiera sido la mejor, pasará en ambos casos, por lo que en la decisión siempre hay un riesgo. Busca aquella alternativa que contenga más ventajas e inconvenientes, y rechaza la que tenga más inconvenientes (aunque sí, es cierto, también perderás alguna ventaja, pero… es difícil encontrar una solución perfecta)

COMIENZA A PRACTICAR

Si eres una persona muy indecisa, comienza un programa disciplinado de toma de decisiones sencillas, pedir consejo no es malo, pedir que alguien decida por nosotros sí. 

Poco a poco te irás encontrando segura de ti misma, igual que el resto de las personas, mostrando seguridad en los pasos que va siguiendo.

LAe INSEGURIDAD, ENEMIGO DE LA TOMA DE DECISIONES

Cuando hablamos de personas inseguras nos referimos a aquellas cuya inseguridad proviene de una falta de confianza en sí mismas que se manifiesta de una forma casi constante y que persiste desde hace bastante tiempo, formando parte de los rasgos que integran su personalidad. No es lo mismo de la inseguridad causada por una situación novedosa o con repercusiones para la vida de la persona, lo que le haría sopesar las posibilidades y en algunos casos bloquearse por el alto impacto en su vida de la decisión que tome. 

Las personalidades inseguras son más frecuentes entre los niños que han vivido en relativo aislamiento y entre los que han sido sobreprotegidos por sus padres. Los niños que se encuentran en este último caso tardan más en aprender a tomar decisiones por sí mismos, ya que muchas veces son los padres los que lo hacen por ellos; además, los padres infunden en ellos gran número de temores desproporcionados, con lo cual, antes de tomar una decisión se sienten asustados y llenos de dudas. Otras veces la inseguridad procede de sentimientos o complejos de inferioridad.





El rasgo más evidente de una personalidad insegura es la falta de capacidad para tomar decisiones, por una disminución del concepto de las propias capacidades. Son sujetos que vacilan constantemente antes de tomar una determinación. Este desasosiego les hace sufrir mucho cuando deben tomar una decisión de importancia, ya que a su sentimiento de insuficiencia se suele asociar un carácter retraído o inhibido, escrupuloso y repleto de remordimiento que los lleva a la pasividad, o cuando más, los empuja a la retirada, lo que los lleva a rechazar todas las tareas con algún componente de responsabilidad y riesgo, pues, para colmo, cuando fracasan suelen ser los primeros en echarse la culpa. 

Esto explica también que se trate de personas que buscan el apoyo de los demás, con los que mantienen lazos afectivos de excesiva dependencia. A partir del consejo de los otros les resulta un poco más fácil decidirse o trazar sus objetivos; pero a menudo la situación se complica porque en su consulta reciben consejos diversos.

Son personas que lo que desearían en realidad es «recibir órdenes», ya que de este modo se liberan de la dificultad que les supone tomar una decisión y además no se sienten tan profundamente culpables si se produce un fracaso. Desde una perspectiva psicodinámica se puede decir que los inseguros tienen un yo débil y que utilizan frecuentemente mecanismos psicológicos de defensa del tipo de la inhibición, la represión y las compensaciones. Cuando se utiliza este último mecanismo psicológico podemos encontrarnos ante personas exageradamente seguras, de aspecto autosuficiente y arrogante, aunque, si las conocemos en profundidad, descubramos que, bajo esta apariencia, se esconde una gran inseguridad en sí mismas.

Todos estos mecanismos psicológicos son muy neurotizantes, y, de hecho, la inseguridad en sí misma es una de las principales fuentes de las que brota la angustia neurótica. 

También es la inseguridad uno de los pilares de la timidez. En este caso se trata de una inseguridad que se acentúa durante las relaciones interpersonales, especialmente en las relaciones sociales que exigen la presencia simultánea de un nutrido grupo de personas. En la timidez se asocia la inseguridad a una disminución de la autoestima que puede tener su origen en un sentimiento de inferioridad.

La inseguridad puede presentarse de forma relevante en otros trastornos, como, por ejemplo, en el curso de una depresión; no obstante, al desaparecer el síndrome depresivo, la seguridad en uno mismo se va recobrando paulatinamente.



LA INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LA RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS

Los principios que guían la inteligencia emocional son: 

  • Ser consciente de los propios sentimientos y de los sentimientos de los demás 
  • Mostrar empatía y comprender los puntos de vista de los demás 
  • Hacer frente de forma positiva a impulsos emocionales y conducta, y aprender a regularlos 
  • Plantearse objetivos positivos y hacer planes para alcanzarlos 
  • Utilizar dotes sociales positivas para relacionarse con los otros. 

Los psicólogos americanos Elias, Tobias y Friedlander, que propusieron estos principios, nos proponen un método para la resolución de problemas basado en la inteligencia emocional. Este método se llama STOPP SPA (por las siglas de sus 8 pasos), y puede aplicarse a todos los problemas de la vida cotidiana y a la planificación de objetivos. 

Estos son los pasos del método STOPP SPA: 

Los Sentimientos me estimulan a actuar con la debida reflexión: Es importante conocer y pensar en nuestros sentimientos, para reconocer el problema realmente. Esos sentimientos no deben ser el final del proceso del problema, sino el principio para detectar la existencia del problema y empezar a pensar en su planteamiento para su resolución. Preguntas: ¿Cómo te sientes? ¿Qué sentimientos experimentas? ¿Cómo crees que se siente el otro o los otros afectados? 

Tengo un problema: Admitir que el problema existe, independientemente de quien sea el culpable. Si el problema existe, seguro que hay algo que puede hacerse para resolverlo o mitigar sus efectos negativos. No ayuda a su resolución ignorar el problema o centrarnos en los sentimientos negativos hacia el problema o hacia el culpable. Preguntas: ¿Qué pasó exactamente? ¿Qué pasó antes? ¿y después? ¿Qué hiciste? ¿Cuál es el origen del problema? 

Mis Objetivos me proporcionan una guía: Plantearse los objetivos es algo de vital importancia (insistiremos en esto más adelante). Consiste en conocer clara y explícitamente qué es lo que queremos. Los objetivos deben ser razonables y debemos tener paciencia para conseguirlos (recuerde lo de "diferir las gratificaciones"). No podrán conseguirse todos ellos rápidamente. En este punto, hacer una lista por escrito de nuestros objetivos resulta de gran ayuda. Preguntas: ¿Qué te habría gustado que sucediera? ¿Qué te gustaría que sucediera ahora? ¿Cuáles son tus objetivos? 

Pienso en qué cosas puedo hacer: Buscar todas las posibles acciones que puedan servir para conseguir los objetivos. Cuantas más soluciones potenciales se tengan, mejor, pues como dicen ellos mismos "la vida es compleja, y rara vez existe una respuesta clara y concisa a un problema determinado". Preguntas: ¿Qué has pensado que puedes hacer? ¿Puedes hacer más cosas? 

Preveo el resultado: Este punto puede hacerse a la vez que el anterior. Para cada acción debe pensarse también sus consecuencias, para así estar en mejor disposición de ejecutar el punto siguiente. Preguntas: ¿Intenta ver qué pasaría si haces lo que has pensado? ¿Qué podría pasar? ¿Qué podrían hacer los demás involucrados? 

Selecciono la mejor opción. Preguntas: De las acciones pensadas, ¿Cuál es la mejor para aplicarla primero? ¿Cuál crees que te llevará a conseguir el objetivo deseado? 

Planeo cómo proceder, me anticipo a los escollos, practico y persevero: Una vez determinadas las acciones a efectuar, conviene planificarlas, ensayarlas (si procede), pensar como solucionar posibles errores que puedan ocurrir y, ante todo no rendirse si las cosas no salen como nos gustaría. Preguntas: ¿Cómo vas a ejecutar la acción elegida? ¿Que harás si las cosas no salen como tú esperas? ¿Qué posibles inconvenientes o trabas puedes encontrar? 

Advierto qué ha sucedido, y ahora ¿qué?: Este último punto es el que evalúa los resultados de nuestro plan. Nada garantiza su éxito, pero del fracaso deben obtenerse conclusiones interesantes, para volver a empezar un nuevo STOPP SPA. 

Un aspecto muy importante de este método es que nos obliga a detenernos ante un problema, identificándolo y no quedándonos paralizados sin saber dar una respuesta, sino que promueve la búsqueda activa de soluciones, evitando los sentimientos negativos (ira, ansiedad, frustración, desesperanza) que nos produce pensar en los problemas sin generar posibilidades de acción.

EL CICLO DE LA PROCRASTINACION


El término procrastinación se refiere al aplazamiento de tareas sin motivo alguno. Hay que diferenciar la procrastinación del aplazamiento estratégico, ya que éste último concepto hace referencia a posponer una tarea para otro momento en que las condiciones de realización sean más adecuadas, y suele producir una mejora del rendimiento.


La procrastinación produce una pérdida de la sensación de control, y produce inestabilidad emocional, ya que la intención no corresponde con la acción, dejando la puerta abierta a sensaciones de frustración y sentimientos de culpabilidad. 

CICLO DE LA PROCRASTINACIÓN

Paso nº 1: “Esta vez empezaré con tiempo” 

Cuando acabamos de decidir realizar una determinada acción, tenemos esperanza de empezar a tiempo. No nos sentimos capaces de hacerlo ahora mismo pero creemos que en algún momento a corto plazo empezaremos. Tenemos la esperanza de que esta vez sea diferente. Pero el tiempo va pasando. 

Paso nº 2: “Tengo que empezar pronto” 

La posibilidad de empezar con el tiempo adecuado ha pasado, empezamos a sentir cierta ansiedad y empezamos a percibir la necesidad de empezar a dar algún tipo de paso inicial pronto. Todavía nos queda tiempo, así que albergamos esperanza. 

Paso nº 3: “¿Qué pasa si no empiezo?” 

A medida que el tiempo pasa, abandonamos toda esperanza de un comienzo adecuadamente temprano e incluso vemos muy difícil que esa acción de inicio espontáneo que esperábamos (casi milagrosamente) se efectúe realmente. La ansiedad aumenta y, con ello, el número de cogniciones que producimos. El pensamiento catastrófico suele dominar esta fase, por lo que a menudo visionamos nuestro futuro como un absoluto fracaso porque nos invade el miedo de que jamás seamos capaces de empezar lo que nos hemos propuesto. Esto causa en nosotros una parálisis aun mayor. Nuestra cabeza empieza a rumiar: 

“Debería haber empezado antes”: Empezamos a arrepentirnos profundamente de no haber empezado antes, dándonos cuenta de que sólo con una pequeña acción podríamos haber evitado toda la ansiedad y frustración que sentimos, y nos castigamos por ello con continuos autorreproches. 

“Estoy haciendo de todo menos…” : Una consecuencia muy habitual en este momento es empezar a realizar todo tipo de acciones menos la que deberíamos estar realizando. De repente, otras acciones que estábamos posponiendo anteriormente nos parecen una buena excusa para seguir sin llevar a cabo la acción en cuestión que estamos procrastinando. Efectuamos recados, tareas domésticas,… cualquier cosa que impida que hagamos lo correcto. Es habitual que estas actividades parezcan tan productivas en sí mismo que hasta tenemos la percepción de que estamos avanzando con el proyecto necesario. 

“No puedo disfrutar de nada” : Encontrándonos ya en medio de este ciclo caótico, buscamos cualquier refuerzo inmediato a través de la primera actividad placentera que podamos encontrar. Por eso lo más típico suele ser ver la televisión, jugar a videojuegos, quedar con amigos… Sin embargo, el placer que proporcionan estas actividades es muy fugaz y no podemos deshacernos del peso de la tarea inacabada que está esperándonos. Nos inunda la culpa y la ansiedad. 

“Espero que nadie se entere”: A medida que pasa el tiempo, nos sentimos cada vez peor con nosotros mismos y nos avergüenza no haber sido capaces de avanzar. Intentamos que nadie se entere porque nos da miedo lo que puedan pensar, nos inventamos excusas e incluso intentamos que aparente que estamos muy ocupados aunque no estemos haciendo nada. A menudo ocultamos todo lo que hacemos hasta el punto de evitar todo contacto social, responder a mensajes o a llamadas y no salimos de casa. Las excusas que inventamos son cada vez más elaboradas e inverosímiles y nos sentimos mentirosos y fraudulentos. 

Paso nº 4: “Todavía tengo tiempo” 

A pesar de todo lo ocurrido hasta el punto en el que nos encontramos, seguimos albergando la expectativa totalmente irracional, casi mágica, de que en algún momento empezaremos la tarea y todo acabará bien, engañándonos a nosotros mismos. 

Paso nº 5: “A mí me sucede algo” 

Cuando absolutamente todo ha fallado hasta ahora, es cuando podemos empezar a pensar que a lo mejor el problema somos nosotros mismos. Quizás es que simplemente somos así, llevamos el problema dentro y algo nos pasa. Nos falta algo fundamental que todo el mundo tiene. Nuestro autoconcepto sufre todavía más y nos desesperamos. 

Paso nº 6: La decisión final: Hacer o no hacer 

Llegados a este punto, debemos tomar una decisión crucial. ¿Llevamos a cabo un intento desesperado de última hora y hacemos la tarea lo más rápido posible o tiramos la toalla y aceptamos de una vez por todas que hemos perdido la batalla? Tenemos dos opciones: 

Opción 1: No hacer 

a. “¡No puedo soportarlo más!”: La ansiedad y el malestar generados durante todo este tiempo parecen insoportables y sentimos que es imposible acabar la tarea en el poco tiempo que nos queda. La posibilidad de descartar toda opción definitivamente es demasiado tentadora y nos acaba superando, por lo que abandonamos del todo. 

b. “¿Para qué intentarlo?” : Nos damos cuenta de que aunque invirtiéramos todas nuestras fuerzas en realizar la tarea en el tiempo que nos queda, no seríamos capaces de hacerlo bien. Decidimos que es demasiado tarde y que para hacerlo mal, mejor no hacerlo. 

Opción 2: Hacer 

a. “No puedo seguir esperando”: La presión se ha vuelto tan grande que decidimos que seguir sin empezar la tarea es todavía más insoportable que empezarla ahora, así que lo intentamos. 

b. “Esto no está tan mal… ¿Por qué no he empezado antes?”: Nos sorprendemos porque la acción que tanta ansiedad nos producía no parece tan terrible al final, sobre todo en comparación a todo lo que hemos pasado hasta ahora sólo para conseguir empezar. Nos invade un desconcierto difícil de describir al darnos cuenta de lo irracional de toda nuestra conducta. El alivio de saber que hemos empezado es enorme. 

c. “¡Acábalo ya y punto!”: Estamos casi al final del tiempo y hemos de acabar ya sí o sí. A estas alturas ya no nos importa en absoluto la calidad del trabajo, sólo nos importa terminar. 

Paso nº 7: “¡Nunca volveré a procrastinar!” 

Independientemente de si al final hemos acabado de alguna manera la tarea, como si la hemos dado por perdida, sentimos un alivio muy grande y estamos agotados. El malestar generado por este ciclo de la procrastinación es tan intenso que decidimos que no volveremos a entrar en él jamás. Hacemos todo tipo de promesas y pactos con nosotros mismos que luego no seremos capaces de cumplir. Y, poco a poco, este ciclo consume todas nuestras esperanzas de que, algún día, podamos salir de él.